martes, 6 de febrero de 2007

Las carreras de caballos: una tradición en el antiguo Coatzacoalcos

Escrita por Armando Castellanos Macewen
para la Asociación Historiografica de Coatzacoalcos.
publicada en el Diario del Istmo el Domingo 16 de Septiembre del 2001.
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A parte de caminar por la orilla del Coatzacoalcos por todo el boulevard Manuel Ávila Camacho y disfrutar de la brisa del mar y del río, hasta llegar a la punta de las escolleras y observar a los barcos guiados por los delfines, también observar a los pescadores en el arte de la pesca de la cherna y el pargo a medio río, las carreras de caballos eran un espectáculo de los domingos.
Éstas se realizaban en la calle de Vicente Guerrero, entre Román Marín e Hidalgo. Dicen las Hermanitas Hebe y Georgina Pavón Leyva, quienes tienen ya siete generaciones aquí en Coatzacoalcos, que las carreras de caballos en los años 20’s se efectuaban en la calle de Juárez.
Los caballos corrían de sur a norte. La salida estaba frente a la casa de Señor Bremont, ubicada entre Román Marín y Guerrero; la Meta se encontraba frente a la tienda de abarrotes “La Balanza”, propiedad de Don Juan Carranza, que se ubicaba en una esquina del mercado Constitución, contraesquina de la casa de Don Luis Bolio, en la colonia de la “Hidro”, como se llamaban a la empresa hidroeléctrica de Minatitlán, donde vivían las familias de los trabajadores de la mencionada compañía; la Familia Brauer Herrera, Don Felipe Ledesma Soto, Simón Martínez Armenta, Raúl Martínez Martínez, Don Francisco Martínez Alfonso alias Don chico.
Unas de las carreras que mas se recuerdan con emoción fue el enfrentamiento de los caballos “El Cucuyo” y “El Pico Blanco” el primero llamado así porque era negro con un lucero en la frente, propiedad de la señora Consuelo Huízar, alias “La Coronela”, la esposa del Señor Enrique Bringas Baldwin; habitaban en la planta alta y, en la planta baja eran las caballerizas.

Esta Gran familia eran los dueños de la hacienda “Tierra Nueva” (donde se encuentra actualmente el Hotel Terranova).

El Caballo "Pico Blanco", llamado así por su color colorado y porque en la frente tenía un pico blanco, era propiedad del señor Herminio Guisar, (papá de los Guisar Wong. Del Pico Blanco no se sabía nada, todo era un misterio.
Tanto en el barrio del Playon Sur, en el mercado grande (como se le conocía al mercado Coatzacoalcos, en tanto que el mercado chico era el de Constitución) se escuchaban los comentarios en los puestos de los tablajeros sobre cual de los caballos era el mejor : El Cucuyo tenía fama de ser veloz, pues siempre ganaba en las carreras los domingos; el caballerango del rancho de la familia Bringas, Don Juan Ruiz Velásquez, alias “Juan Palanca” comentaba a los amigos y vecinos del entrenamiento y cuidados que el caballo recibía para estar en forma de ganar.
Los niños también hacías sus deducciones de cuál de los caballos era el mejor.
En la época de las películas de charros y los cowboys gringos, que mucho emocionaban a todos porque nunca se le acababan las balas.
Otros niños se filtraban donde estaban los hombres bragados del pueblo, para escuchar sus comentarios de los caballos, y todo comentario era llevado a la escuela donde se presumía de un sombrero de palma y botines. Queríamos ser como ellos y también ser los primeros en escuchar los amarres de las carreras futuras y de haber saludado a las personalidades del pueblo. Remedábamos los ademanes, las palabras y hasta la forma de caminar y, a hurtadillas, veíamos qué tipo era la pistola que portaban, si era escuadra o revólver, queríamos ser como ellos. Era el ejemplo e influencia que recibía la juventud de Coatzacoalcos: Todos  queríamos ser como Don Amadeo González Caballero, “El Cacique”; otros querríamos tener un caballo y también un rancho; !queríamos ser vaqueros!. Esos deseos fueron desapareciendo a medida de las transformaciones que fue sufriendo Coatzacoalcos, y a medida que íbamos creciendo.
Los niños se trepaban a los árboles de almendros para ver mejor las carreras, árboles que todavía existen frente a la casa de la familia salcedo, así como los desaparecidos árboles de apompo de un terreno baldío de la esquina del la calle de Malpica y Guerrero, en donde hoy es “Vitromoda”, lugar donde también apersogaban a los caballos los mayorales de los ranchos vecinos.
¡Y por fin llegó el domingo esperado!, Desde la temprana hora veían llegar hombres de a caballo, en grupos de a cuatro, de a dos y cinco. Por otro lado, llegaban los rancheros del ejido Palma sola, luciendo sus camisas blancas y guayaberas bien almidonadas y pantalón caqui o de mezclilla azul, todos ellos portando en sus manos una vara de “totoloche”, forrada de cuero y crin: con ella se sacudían el polvo de los pantalones, era como un ritual del hombre del campo. Después de esto se acomodaban la vara en la espalda, a la altura de la cintura, sujetándose con el cinturón.
De los mayorales de los ranchos que estaban ubicados en la carretera vieja a Minatitlán, uno era hijo de don Próculo (no prócoro) Alor, Guzmán Alor Cruz, este último montando el caballo de nombre “Buenos Aires”, de mucho brío y bella estampa, también que también participaban en las carreras.
También llegaban los apostadores empedernidos: unos en vehículos, otros a caballo. La presencia de Don José Uscanga delgado, alias "Don Pepillo", con su camisa y pantalón caqui y sus lentes de graduación era imprescindible, ya que con sus gritos animaban el ambiente. Unos de los fuertes apostadores era Don Emigio Hernández, alias “Millo”, dueño de la cantina “El Tenampa”, que estaba ubicada en la esquina de Román Marín y 16 de Septiembre. También Don Amadeo Gonzalez Cabellero, famoso por su gruesa paca de billetes para la apuesta fuerte. Otro apostador importante eran el señor Rafael Espinosa, alias el “Caldo de Pollo” , Pedro Chacón Lule y Cham Bremont.
¡Y que empieza la carrera!...
Ya estando en los arrancones los caballos con sus jinetes respectivos, se emparejan y salen. En esos momentos se escucha la voz de don Pepillo Uscanga que grita : ¡Ya se vinieron chigaos!.
“El Cucuyo” toma la delantera y se sostiene, hasta frente a la tienda “La estrella del Sur”, de Don Juan Ricárdez, “El Pico Blanco” lo rebasa y toma entonces la delantera y su jinete levanta la vara pasando ya por la calle de Malpica y Guerrero, indicando el triunfo; otros lo tiran al suelo indicando la pérdida de las apuestas ; fue muy comentada la pérdida de don Emigio Hernández de $500.00; tanto así fue la emoción que hasta pierde el habla por unos instantes. O, por el otro lado, Sebastián Bremont discute acaloradamente con unos apostadores afirmando que ganó la apuesta, y toma su sombrero por el ala y se lo acomodó hasta llas orejas, señal de que estaba a punto de explotar. A esta señal inmediatamente le pagaron las apuestas de $100.00.
Por otro lado Don Pepillo Uscanga y le decía con mucho enojo: ¡Córtale los huevos a este caballo!, refiriéndose a “El Cucuyo”. En ese momento de la discusión se acerca un borrachito muy conocido en Coatzacoalcos, de nombre o apodo “Campillo”, que trabajaba en la fabrica de hielo del señor Brunet, y le dice a Don Pelillo: ¡oiga Don Pepe! ¿Por qué no se lo cortan a Usted?, Don Pepe se puso requete fiero y se lleva a la mano a la cintura en busca de la pistola, a la vez diciendo que a él nadie le decía eso. Unos intervinieron a favor del borracho, otro a favor del caballo y otros a favor de Don Pepillo. El borrachito dio unos cuantos pasos y luego brincó la barda de la casa de la familia Brauer, del cual hasta la borrachera de le bajó y todos nos fuimos a nuestras casas corriendo...¡coje a tu amigo!- dijo Campillo- frase que se acostumbraba cuando un amigo lo traicionaba; esto lo dijo cuando salió del escondite y ya a todos se habían ido.
FUENTES:
Raúl Bringas Burelos.
Guzmán Alor Cruz.
Juan Ruiz Velázquez.
José Luis Galeana Mercader.
Oscar Salcedo Gómez.

1 comentario:

Alan dijo...

Muy bonito el relato pero me quedo una duda que es una vara de totoloche ya lo busque por todos lados y no hay información me podrías despejar la duda?