martes, 1 de mayo de 2007

Profr. Francisco Morosini


Francisco Morosini nació en Coatzacoalcos un 20 de noviembre de 1946. Estudió varias disciplinas: Ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional, Licenciatura en Administración en la Universidad Tecnológica de México, Maestría en Administración en el Instituto de Estudios Universitarios, Diplomado en Derecho Ambiental en la Universidad Anáhuac de Xalapa, y durante su vida profesional se desempeñó en diversas actividades, aunque sus principales ocupaciones fueron la de profesor y la de escritor.Fue profesor de la Escuela Técnica Industrial “Bartolomé Medina” de Angangueo, Mich.; Profesor de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del IPN, Asesor de la Dirección General del IPN, Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Administrativas de la Universidad Tecnológica de México, Profesor de la Facultad de Comercio y Administración de la UV, Campus Coatzacoalcos; Delegado Regional del Fondo Nacional para los Desarrollos Portuarios (FONDEPORT), en los puertos industriales de la Laguna del Ostión en Coatzacoalcos, Ver. y Salina Cruz, Oaxaca; Investigador del Centro de Ecodesarrollo del CONACYT; Director General de Trámites Escolares de la UV; Director de Gobernación Municipal en el H. Ayuntamiento de Coatzacoalcos, Ver.; Asesor de la Rectoría de la UV; Secretario Ejecutivo de la Fundación Veracruz Cambio XXI (ahora fundación Colosio); Director General de Asuntos Ecológicos del Gobierno del Estado de Veracruz (1992-1988); Asesor del C. Secretario de Educación y Cultura en el sexenio 1999-2004 y al mismo tiempo Coordinador de Publicaciones del Instito Veracruzano de Cultura.Durante mucho tiempo escribió en los periódicos: Matutino de Coatzacoalcos, Diario del Istmo, El Dictamen, La Crónica, Diario de Xalapa, Política; en revistas y en suplementos culturales, pero vale la pena subrayar que ha sido en el Semanario Punto y Aparte, de la capital veracruzana, donde publicó por un lapso de más de veinteaños.Fue miembro de la Academia Mexicana de la Educación-Sección Veracruz y del Instituto Literario de Veracruz, S.C., con sede en Xalapa, Veracruz.Escribió varios libros, en su mayoría de carácter técnico, casi todos referidos a la ecología y el medio ambiente, pero también tiene incursiones en la literatura: De Memoria y el Placer de Leer, El frágil recuerdo, Así de breve es la vida, Uno, dos tres por mí, libros publicados de narrativa. De poesía: Poeta del Mar, De amores y circunstancias, Retazos de Naturaleza, Jardín de letras, Cantos para navidad, El caledario que a diario, Coatzacoalcos, El Tajín: voces y silencios, y, La poesía en el Quijote en coautoría con José Luis Martínez Suárez. Así mismo, publicó artículos sobre temas de ecología y medio ambiente en la revista virtual ide@sostenible del Doctorado en Desarrollo sostenible de la Universidad de Catalunya, España.Sus últimas actividades como profesor de tiempo completo fueron desarrolladas en la Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales de la Universidad Veracruzana.Fue distinguido con diversos reconociemientos en los órdenes académico, civil y literario. En el año 2005, junto con el maestro Ryszard Siwy, autor de la música, obtuvo el primer lugar en el concurso Hinno del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, convocado por el Gobierno del Estado, a cargo del Lic. Fidel Herrera Beltrán.POR SIEMPRE MOROEl Dr. José González Gálvez, escribió la siguiente crónica póstuma y extemporánea a su amigo Morosini...Conocí a Morosini de oídas, mucho se hablaba de su vasta cultura y de ser un excelente profesor universitario. Con tantos decires, nunca me imaginé que con el tiempo llegaría a ser uno de mis mejores amigos, mi pater oficialis en aspectos literarios, mi soporte técnico en cuestiones de tallereo, mi maestro en las líneas cotidianas de la vida.Después de algunos meses de tanta incertidumbre, me lo presentó mi amiga Teté Balcázar, mi primera impresión fue la de estar ante un hombre bonachón, uena onda, culto, honrado y tan suave como el pan de dulce. Pero mi gusto de tener un nuevo compañero para compartir mis inquietudes literarias duró poco, Morosini con su familia y todos sus libros de consulta se fueron a residir a Jalapa. Que azaroso resulta a veces el destino, en ocasiones nos da en abundancia y luego nos quita todo hasta quedarnos secos como un pozo vacío. Pero en el caso del buen Moro como le llamábamos sus allegados, el cambio resultó benéfico. Ya como residente se instaló a sus anchas en la Atenas Veracruzana, y desde ahí fincó su feudo de grandeza literaria: escribió libros de poesía, cuento y ensayo, se rodeó de intelectuales como Sergio Pitol, Abraham Oceransky y Marco Tulio Aguilera Garramuño; de pintores como Leticia Tarragó, Fernando Vilchis, Alec Dempster, Pilar Fernández, Ana Toledo y Henry Hagan; de escultores como Rafael Villar y Teodoro Cano. Fundó una escuela taller de literatura, ganó los Juegos Florales de Coatzacoalcos y por si fuera poco fue el autor de la letra del Himno del Estado de Veracruz. Guardo preciosos recuerdos de Moro, por ejemplo, presentó mi primer libro EPIFANÍA DE MAR en el Hotel Margón, donde también expuso una serie de fotografías en blanco y negro, y para mi beneplácito prologó mi segundo libro EN PÚRPURA TENDIDO. Como los 20 de noviembre también celebraba su cumpleaños, un grupo de amigos íntimos: Teté, Rita, Gerda, Anita, Magui, Manolo, Teresa y yo, lo acompañábamos en grandes tertulias donde se corría la risa como un reguero de vino, que por cierto, tampoco faltaba. Gloria su esposa nos era indispensable como guía en museos y galería, Ernesto su hijo se enrolaba en sus rolas de trova nueva y amenizaba nuestra estancia, mientras Orieta su pequeña, tomaba fotografía tras fotografía. Mis hijos María Andrea y Luis Fernando, les decían tíos a ella y a él. Juntos compartíamos en amor por el arte, un viernes de cada año, nos tenía reservadas entradas en el Teatro del Estado para escuchar coneciertos de la Sinfónica. Disfruté mucho a Moro y a Gloria, su estudio estaba plagado de libros, de fotografías insólitas que sólo él podía capturar con su cámara, de obra pictórica donada por sus autores o comprada para favorecerlos y de su computadora que fue confidente de alegrías, añoranzas, tristezas y momentos álgidos de amor absoluto. Cuando fue perdiendo el sentido de la visión se apropió con firmeza del sentido de la vida, desgraciadamente las parcas poseedoras del extraño horario del destino no le permitieron cumplir con su propósito. La última vez que hablé con Moro, vía telefónica, me dijo que ya no deseaba continuar con otro tratamiento a base de amino tranferasas, que había tomado la determinación de regresar a Jalapa para estar con Gloria y sus hijos, recibir la visita de los amigos, platicar, escuchar música, escribir y de ser posible leer un poco. Estando fuera del país me enteré del fallecimiento de Moro, al colgar el auricular, como en un cinematógrafo, las imágenes pasaron veloces en mi memoria. Tomé una poinsetia y como ofrenda fúnebre la dejé libre al abrigo de la noche. Moro, te acompañaré siempre con el corazón y con el sentido de la lealtad.


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